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En este blog hemos tenido en mas de una oportunidad una tendencia al sarcasmo.
Estas contradicciones en Unión-Pro cuyos candidatos estatizan y privatizan en cuestión de días daría para el sarcasmo permanente.
Sin embargo, pienso ahora que eso no nos ayudaría.
Porque ver una lógica de comportamiento de esa naturaleza como algo hilarante no nos ayuda a desentrañarla.
Esta lógica no es nueva y contiene una indudable paternidad, la de Carlos Ménem.
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En 1980 el ex hippie Charly García contemplaba azorado como en el mundo del rock parecía imponerse a partir de la explosión punk un tendencia "retro" que se había dado en llamar "nueva ola".
La "nueva ola" atacaba la sofisticación que habían adquirido ciertos autores e intérpretes de pop y rock, tendencia que ya habían desatado entre otros los Beatles a partir del Sgt Pppers, postulando volver a la sencillez del primigenio rock and roll.
Como curiosamente en nuestra tierra también se dio en llamar "nueva ola" a la corriente musical comercial de comienzos de los 60 hegemonizada por el Club del Clan, Charly se preguntaba que tenía "eso" de nuevo, por lo que mirando a las "nuevas olas" el se consideraba "parte del mar".
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Al finalizar la dictadura predominaba todavía el sentido común social surgido del primer peronismo que compartían ambos partidos mayoritarios, aunque en buena parte ya había sido erosionado por la dictadura.
Alfonsin desató un debate ideológico para demostrar que lo que se venía con la "revolución tecnológica", "la globalización", y el "deterioro del socialismo real" impedía mantener los estándares nacional-populares, y social demócratas, por lo que a fin de conservar el máximo posible de esos postulados se debía ceder en algo en lo tocante a privatizaciones y flexibilidad laboral entre otros tópicos.
El peronismo se oponía vehementemente a todos esos intentos desde el Congreso a través de sus legisladores, y desde la calle atraves de Saúl Ubaldini.
Luego se comprobó que el motivo era que ellos querían llevar a cabo ese proceso, así como Perón quiso él en persono llevar a cabo el "Gran Acuerdo Nacional" y no permitirle a Lanusse conducirlo.
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Ménem no se preocupó por dar ningún debate.
A Cafiero le ganó la interna mostrándose lo mas "folklóricamente peronista" que pudo.
Hablaba, de "salariazo", "revolución productiva", y defendía ante quien lo quisiera oir a las "Empresas del Estado", llegó incluso a elogiar a la "Revolución Cubana".
Hizo, como se sabe, todo lo contrario a lo que dijo, sin costo alguno, ya que en 1995 logró su reelección, y en 1991 y en 1993, sus candidatos triunfaron ampliamente en las elecciones legislativas.
En alguna oportunidad admitió que si decía "lo que iba a hacer no lo votaba nadie".
Ya sus consignas eran vacía
Recordemos al inolvidable "Síganme, no los voy a defraudar"
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Desde entonces la vocación por el vacío fue constante, y todas las campañas se ganaron contraponiendo una imagen con otra, siendo los argumentos lo que menos importaba.
Si no son los argumentos ¿Entonces que es lo que importa?
O mejor dicho ¿Existe algún momento en que sean los argumentos lo que importe?
Acudamos a dos ejemplos históricos, uno distante del otro.
Tomemos por ejemplo aquello de Braden o Perón del 45, y eso otro de "con democracia se come. se cura, y se educa".
Diría un semiólogo con mas autoridad que el autor de este post que la lógica poética en algo se asimila a las consignas, y esto es en su poder de síntesis, y en su carácter polisémico.
Braden o Peron no era una consigna vacía, sino una consigna que sintetizaba un programa.
Decir Braden o Peron, significaba postular la elección de un camino nacional contra otro de ingerencia extranjera e imperialista.
Esto significaba un compromiso y el objeto principal del contrato social.
En razón de ese compromiso principal otras limitaciones podían ser toleradas.
Si la consigna era Braden o Peron, eso significaba que los beneficios sociales estaban indisolublemente ligados al desarrollo de un capitalismo independiente.
Eso hacia tolerable la licitación de libertades individuales, los acuerdos con algunos dictadores latino americanos impresentables, hasta hechos de corrupción. ya que todo aquello que hacia del peronismo una "democracia real" por oposición a la "democracia formal" justificaba esos deslices.
Perón, que jamas tuvo disidencias en su propio movimiento, o mejor dicho las resolvió en forma expulsiva, debió sin embargo tolerar las criticas que le hacia John William Cooke desde la revista De Frente a propósito de los contratos petroleros con la Standard Oil que implicaban una ruptura del legitimante Braden o Peron.
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Aquello de Alfonsin de "con democracia se come, se cura, y se educa" también implicaba clausurar una época y un debate
Tanto la izquierda de inspiración marxista-leninista, como el peronismo, advertían en la "democracia burguesa" o "formal" o bien un tránsito hacia otro estadio superior, o bien un ritual vacío.
No era ocioso que se pensara así.
En nombre de la "democracia" gobiernos dictatoriales y semi-constitucionales habían proscrito al peronismo, mientras el nivel de vida del pueblo se deterioraba continuamente.
Al enfatizar que "con democracia" también se atendían cuestiones sociales, Alfonsin clausuraba un debate que llevaba al menos dos décadas.
La última dictadura militar había sido lo suficientemente cruel y sanguinaria como para subes timar la "democracia formal".
Recitar el preámbulo en los spots de campaña no era un recurso ocioso, estaba cargado de significado.
Implicaba un compromiso que se tradujo en el Juicio a las Juntas, y en la política de derechos humanos.
No por nada antes que la situación económica, lo que hizo que el gobierno de Alfonsin defraudase a un amplio sector de seguidores fueron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y el Felices Pascuas.
No se comía, no se curaba, no es educaba, pero antes que nada, la democracia parecía no defenderse de manera adecuada, o al menos esa era la sensación en aquel momento, sin el necesario tamiz que nos deja el tiempo.
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Pero desde que Ménem dijo "Síganme" sin decir adonde la sociedad pareció no pedir nunca mas rendición de cuentas.
Cuando se enoja clama por "¡que se vayan todos!", pero luego apuesta por "el otro", "el nuevo" sin importar por qué.
El candidato que repite imitando a su imitador televisivo de manera oligofrénica "votame, votate, alica, alicate", y que con mucha soltura dice un día una cosa y al siguiente lo contrario ya no es algo nuevo.
Como diría Charly "mientras miro las nuevas olas yo ya soy parte del mar" o parafraseándolo "mientras miro la nueva política yo ya soy parte de la historia"
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