domingo, julio 27, 2008

Bombita Rodríguez y el Porsuigieco

Este blog se llamó a silencio por un buen tiempo, tal vez por falta de inspriación, tal vez porque ese escenario tan controvertido, crispado, y agitado,en que se debatió el país en los últimos meses, se le ocurría banal, o no tan trascendente como unos y otros contendientes querían demostrar.



Ambos unieron el marketing al discurso épico para discutir en verdad unos puntos de renta.



Resultado: Desde la oposición el triunfo de los pools de siembra y de los estereotipos mas reaccionarios de nuestra historia, del lado del gobierno, la creciente "pejotización", so color de "no poder confiar en los transversales", o sea, viajar, igual que la oposición desde los 70 hasta los 50 para demostrar que "para un peronista no hay nada mejor que otro peronista", o sea el eterno retorno de la lógica sectaria y en definitiva derechista del movimiento creado por Perón.



Épica y marketing combiandos de manera abusrda son reflejados por el humorista Diego Capusoto en su personaje "Bombita Rodríguez" síntesi,s paródica de las tendencias entre las que se debatía la juventud de los 60 y pincipios de los 70 , pero vista desde el siglo XXI de forma iconoclasta.




Este blog ya había tocado el tema hace mucho tiempo en le post titulado "Un país Palito Ortega"


Allí decíamos textualmente entre otras cosas "¿Cómo se explica que en la época del compromiso político Palito fuera tn popular?Lo era porque en verdad la mayorìa pensaba y sentìa como Palito, no quería cuestionamientos, no quería visiones críticas, quería optimismo y "felicidad" " .


Efectivamente el país real no era revolucionario: La generación de los 60 y principios de los 70 estaba profundamente dividida entre los comprometidos y los pasatistas


La alegría y el desenfreno casi irresponsable, de un grupo de muchachos que pasó al primer plano, tenía, por extraño que parezca puntos de contacto con el optimismo lineal e ingenuo de Palito Ortega.



Hacer la revolución era tan fácil como irse de pic nic, tal como parece reflejarse en este video.






La visón posmoderna de esa en verdad tragedia, da como resultado ese discurso crispado de hoy en día que transplanta acríticamente conflictos que se dieron en otro contexto, y que nada tienen que ver con la Resolución N°125 del Ministerio de Hacienda.


Hay otro personaje de Capusoto que en verdad es significativo.


Se trata del "Porsuigieco".


Porsuigieco fue el nombre de un efímero supergrupo integrado por Raul Porchetto, Charly García, Nito Mestre y León Gieco.


Representaban una estética de "hippismo tardío" en un contexto internacional en el que se comenzaba a imponer el punk rock, música que en tiempos de dicatdura no llegaba a estas costas.


Los adolescentes de los tiempos de la dictadura nos dividíamos en tres grandes tribus: los rockeros, los chetos, y los "pardos" (despreciable apodo racista que le dispensaban los segundos a éstos últimos.


Los chetos bailaban "música disco", que no se sabe por qué era en Argentina un emblema de los niños ricos, o aspirantes a ello, cuando en el primer mundo estaba mas asociado a los negros y a otras capas populares, los "pardos" escuchaban "cumbia" o música populachera en general, y los rockeros se identificaban con el rock y la música "progresiva" en general.


La rigidez ideológica de los predecesores de los 60 y los 70 había sido heredada por sus "hermanos menores", pero aplicada a gustos musicales.


Un cambio de estilo era vivido como una traición, y la eterna trasnoche de Woodstock o de La Canción es la misma era objeto de un fervor casi religioso.


Charly cantaba por esas épocas una canción llamada "Mientras miro las nuevas olas", una crítica a la "new wave" inglesa que apareciá como expresión post punk.




El movimiento post Malvinas concluyó con el neo hippismo mediante la irrupción del "pop inteligente" de Sumo, Los Abuelos de la Nada, o del mismo Charly, que demostraban que podían ser bailables, divertidos y poéticos al mismo tiempo.


El Pic Nic de los Montoneros, o la crispación del Porsuigieco, recuerdan cuan vacías resultan las actitudes gestuales en un contexto que no se corresponde con esas expresiones.


Como diría Marx en "El dieciocho brumario" tenemos que encontrar nuestra poesía, una poesía del presente con los valores de siempre, para no repetir como farsa acrítica los rituales de un pasado no tan glorioso, y ponerlo al servicio de una discusión ajena, totalmente ajena a la mayoría de nosotros.